lunes, 1 de agosto de 2011

Brújula

A pesar de haber visto cómo el barco se hundió y los demás no pudieron salir a flote, seguía dudando de su decisión. No estaba seguro de que sobrevivir había sido lo mismo que salvarse. 
Habiendo dormido durante tantas horas antes del accidente, no tuvo oportunidad de conocer su ubicación. Y en una noche sin luna, las estrellas miopes no representaban ayuda. Ahora lo único que necesitaba era su brújula, y se sintió afortunado de saberse un obsesivo incapaz de dormir sin ella. 
Al mismo tiempo que una ola ligeramente más helada que el resto del mar, el espasmo en su estómago le pegó con fuerza: la brújula no estaba en su bolsillo izquierdo, donde acostumbraba. 
Sin considerar la salvación como una posibilidad, permaneció nadando durante lo que pudo haber durado una vida, un sueño, un amor, o una muerte. Y por cada gota de agua que lo rodeaba, pensó en un momento pasado. Bajo esas circunstancias, no pudo clasificarlos en buenos ni malos: únicamente recordaba la intensidad de cada uno, y respiró hondo, salvado por haber descubierto que no importa el sabor de un momento, como el tiempo que permanece en el paladar.
De pronto, sintió que algo lo golpeaba en el pie.
Era arena.

 sea-night.jpg

domingo, 3 de abril de 2011

Córrele

“No es fácil”, le dijo. 
“Te vas a encontrar con pocas personas al principio, y vas a disfrutarlo. Después, te vas a a encontrar con tantas, que no vas a saber ni por dónde te llegan las cosas.” 
“Pero también puedes disfrutarlo. Vas a escuchar muchas teorias, pero la verdad es que todo depende de tí. Aunque de vez en cuando deberías escuchar los consejos, porque - permíteme recordarte - no eres perfecto. Ni lo vas a ser, no te esfuerces. Solamente trata de ser mejor que la última vez que lo intentaste.” 
“Vas a tener que correr: para huir y para alcanzar. Dale prioridad a las dos por igual.” 
“Sólo te puedo dar un consejo que no está en el manual, (porque yo tampoco soy perfecto, has de saber): huye de la gente que guarda su pasaporte en un cajón. Con el tiempo me vas a entender. Y cuando tengas el tuyo, úsalo hasta que se rompa, y si es preciso, piérdelo. Dale al dinero la importancia que le das a tus fibras más sensibles al ganarlo, pero despréndete de él con la misma facilidad que del tiempo que te sobra.”  
“Córrele, ya te están esperando.”

jueves, 3 de febrero de 2011

Perspectiva

Para él, los miedos eran como barrotes de una celda: lo protegían de situaciones inseguras; de lo nuevo (que él llamaba  "desconocido") y todo lo que podía acabar con su calma alrededor.

Aprendió a quererlos, y a identificar en la gente situaciones desagradables, para decirse a sí mismo "es precisamente por eso que no me expongo de esa manera". Y cada que lo hacía, abrazaba a su miedo. Y su miedo engordaba de ego. Así fue coleccionando algunos más cada año.

Una tarde, vio cómo la noche se tardaba en llegar. El sol rehusaba a agacharse, hasta que no tuvo otra opción. Quiso salir a respirar el aire nocturno, pero se atoró. Asustado, identificó lo que le impidió salir: era un miedo.

Así que caminó a otro lado, para relajarse viendo las estrellas, que una a otra se ayudaban para atravesar el cielo, pero algo le obstruyó la vista: era otro miedo. Coleccionó tantos, que lo protegían de todo. Incluso de vivir.

Aquel, que pasaba por afuera de su celda, lo miró con curiosidad, y él preguntó inmediatamente "¿dónde dejaste tus miedos?", para escucharlo decir: "mis miedos fueron animales: mi miedo al rechazo, al ridículo y al fracaso, fueron todos leones. Y mi miedo a vivir encerrado fue un dragón. Ahora tengo que encontrarlo, porque voló lejos después de comerse a los leones".